martes, 10 de noviembre de 2009

Yo soy peluquero

Año 3025. El programa elegido: corte cibernético mediante chips programados regulan el estilo codificado PJ00B-3. El color pigmentario de su fibra capilar será aplicado con el código ?301?. Elija visión previa del resultado. Seleccione país y técnico para su seguimiento y ejecución. Si todo es de su conformidad presione con su dedo índice en el CHIC B1 e introduzca su cabeza en la areola magnética de las ondas láser de su equipo. En catorce segundos su petición será aceptada y procesada.

¡Maravilloso! ¿Os imagináis? Cómo vivirán nuestros colegas de aquí a mil y pico años. Se acabó las prisas, las histerias, el odioso dietario, el teléfono insistente, los niños gritando resistiéndose a nuestras primitivas herramientas, la señora María contándonos todo lo que le duele, nuestros maduritos jóvenes Peter Pan buscando la eterna juventud, los días críticos “ovulatorios” de nuestras clientas, las inseguridades de nuestras maduritas novias que no quieren dejar de ser princesitas por un día aunque sea una vez en la vida, nuestras clientas fijas semanales que poco a poco se adueñan de tu persona y de tu negocio, a …
Pero en el fondo que romántico es todo. Aunque a veces cansados y agotados, también vivimos en esta época la satisfacción de la convivencia, de la comunicación o del trabajo bien hecho; del sentirnos que nuestra labor empieza a ser valorada y necesaria para el funcionamiento de nuestra sociedad; el notar y el palpar que el prestigio profesional cada día está más arriba gracias a nuestro trabajo diario y a los nuevos talentos que con grandes dosis de imaginación, sacrificio y profesionalidad nos dan un valor añadido a todos y consiguen elevar el prestigio de nuestro oficio.
Para todo ello, ahora más que nunca, necesitamos que podamos ser un colectivo regulado a nivel profesional educativo con los mismos derechos y obligaciones que cualquier oficio. Que la administración representada por el Ministerio de Educación nos tome en serio y no nos discrimine convirtiendo a nuestra profesión en un mercadillo de baratijas. En el cual, personas sin titulación reglada campe a sus anchas habiendo locales de cara al público sin demostrar que tienen dicha titulación acreditativa que garantice la profesionalidad del titular de un salón de peluquería o de estética.
Son muchos los casos de continuas “escabechinas” peludas en nuestro país. Algo preocupante. Es tal el panorama que cualquier persona puede abrir una peluquería o centro de estética en casi todas nuestras comunidades.
Sueño con despertar un día en el cual nuestros jóvenes no elijan este oficio como último recurso de supervivencia. Sueño con un sector profesionalizado al cien por cien. Sueño que todos nos ganemos la vida dignamente para evolucionar y para convertirnos en empresarios de verdad, y no de imposición o conveniencia administrativa. Sueño que sueño que, en un día no muy lejano, abriré mis ojos al despertarme y gritar con orgullo social: “Yo soy peluquero”

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