miércoles, 23 de febrero de 2011

12ª COPA COMERÇ CON MANEL PEREZ

12a COPA COMERÇ
MANEL PÉREZ
Regidor de l'Ajuntament de Terrassa i Tinent Alcalde
Portaveu del grup Municipal ICV-EUA

ROMPEOLAS


AUTOR: MIQUEL FARRIOL
LECTURA: JULIÁN GIJÓN

Vigilar el horizonte era mi principal ocupación, encaramado a una roca alta, en el centro de la bahía. Daba igual si el tiempo acompañaba o los cielos se oscurecían y derramaban su lluvia. Cada día, después de reanimar el fuego, conseguir algo de agua y recoger algunas bayas silvestres, trepaba al peñasco y saludaba al rompiente, donde las olas se rizaban al encontrarse con el arrecife.

Como muros azules, las ondulaciones del mar, crecían elevándose al llegar al afloramiento coralino, para después, volcarse en su propio abismo, desbordando espuma con estruendo.
Con su empuje, el océano, superaba la barrera recomponiendo su superficie sinuosa hasta calmarse en la orilla de la playa. Cuando el agua golpeaba mi roca, solo era una salpicadura agradable que refrescaba mi guardia bajo el sol.
Si había tormenta, el rompeolas, se convertía en un verdadero infierno de remolinos que explotaban y se golpeaban, fundiéndose unos con otros, izando murallas inexpugnables de agua embravecida.

Gaviotas chillonas cruzaban el cielo, volando hacia el sur, al otro lado de mi isla. Para ellas, aquel lugar era un refugio temporal. Para mí, el maldito islote, solo una prisión.

Con los meses aprendí y me adapté. Levanté un campamento, recorrí los bosques del interior y bordeé la costa. Me costó encontrar una fuente de agua, que no siempre brotaba y aprendí a cazar roedores, algún pajarillo y me alimenté con bayas, moras y unos frutos de amargo sabor. Pero no hubo de pasar mucho tiempo para comprender que mi idílico paraíso se marchitaba, dejándome sin sustento.
En soledad, sin medios para abastecerme, exprimía los escasos recursos que la isla me ofrecía, consciente de que aquello no duraría.

Contaba las olas, registraba sus secuencias en una tablilla que marcaba con bastoncillos de carbón. Anotaba mentalmente la posición del sol, fijándome en como su calor influía en los vientos y en las corrientes marinas. Estaba atento a las mareas, siempre puntuales, que provocaban resacas al retirarse y arrastraban, mar a dentro, las ramas que lanzaba a las olas, para entender los pasillos que las corrientes dibujaban. Pero siempre llegaban a aquel Point of no return donde las rocas y el mar libraban su personal batalla.
Aún en los días de calma chicha, el espejo líquido, se fracturaba en el rompiente, engullendo mis planes junto con las ramitas que me guiaban. Nunca ninguna cruzó aquel límite, a veces creía escuchar una larga carcajada surgiendo de las profundidades de la espuma, pero seguro que eran cantos y conchas que entrechocaban en el fondo marino.

También observé, durante noches con luna, como el rompeolas trazaba una brillante pared blanca, orgánica y viva, encabritada en la penumbra.

Cruzar el límite seguro, la frontera que separaba una penosa supervivencia de un futuro incierto. Vencer el temor a perderlo todo lanzándose a la corriente, a merced de los elementos son suficientes estímulos que paralizan mis miembros y me aterran.

Lancé otra ramita al mar, justo cuando el oleaje se retiraba.

Tenía que tomar una decisión, asumir el riesgo, salir de mi cascarón o de todas formas iba a ser el fin de mis aventuras. Retar al arrecife era lo único que podía hacer, saltar su muro presentando batalla, con la cabeza bien alta, amarrado a mi precaria balsa, dejando la playa atrás.

Otros rompeolas, arrecifes y altísimas murallas de presidios imaginarios de mi pasado volvían a mis pensamientos, aumentando mi miedo y me hacían inoperante y obtuso, incapaz de pensar con claridad.
En otros tiempos, cabalgué sobre olas parecidas dejando que el viento me golpeara el rostro. En ocasiones, salvaba los obstáculos por fortuna, o por destino. En otras, el tesón y la inconformidad me empujaron franqueando mis límites y alguna que otra vez estrellé mi nariz con arrecifes invisibles. Nunca tuve certeza de conseguir mis objetivos, simplemente los planteaba y los llevaba a cabo.

La luz disminuía bajo el peso de la noche y él aíre empezaba a enfriar mis articulaciones. Observé los troncos anudados que formaban una pequeña plataforma y que mantenía varados en la playa, lejos de la línea de crecida. Hoy no había pescado nada, así que solo cenaría unas nueces salvajes. Luego intentaría dormir.

Acurrucado en mi refugio no conseguía conciliar el sueño. Cuando cerraba los ojos, el muro de espuma se proyectaba en mi cerebro y no dejaba de oír el rumor del rompiente en lo más profundo de la bahía. Temblaba de miedo, o de fiebre y casi deseaba que no amaneciera para no enfrentarme a la realidad.
Cuanto más tiempo pasaba, más débil y apático era mi ánimo y demoraba el momento de botar la balsa.
Encontraba excusas en cualquier pequeñez y revisaba los nudos que unían los troncos, decidía que el viento no era el propicio o que la provisión de agua dulce no era la suficiente. Consultaba a las gaviotas, perfeccionaba los rústicos remos o, en lo alto de mi roca, trazaba nuevas rutas que rompieran los rizos de agua.

Antes de agotar todas mis fuerzas y ser incapaz de discernir la realidad, de los espejismos del miedo, debo soltar amarras, empujar con suavidad la balsa. El arrecife está allí mismo, a un centenar de metros mar adentro. Justo en la línea donde rompen las olas.

viernes, 4 de febrero de 2011

EL TENDÓN DE AQUILES

 
El tendón de Aquiles, mito por su doble significado. Uno, por el punto de nuestra musculatura y pieza importantísima en nuestro esqueleto. Otro, el origen de dicha expresión que hizo famoso a un simple tendón en una zona del cuerpo donde podría haber pasado inadvertida popularmente como tantas otras piezas de nuestra compleja anatomía.
Cuenta el escritor Estacio, en el siglo I, en el poema incompleto “Aquieida” que más nacer, Tetis, intentó hacerlo inmortal sumergiéndolo en el río Estiga. Su madre, al sujetarlo para que no lo arrastrara la corriente, lo sostuvo por el talón derecho siendo éste el punto preciso que quedó vulnerable.

Hace unos años una buena y mala gestionada economía hizo vivir a este país, como a muchos otros, la creencia de que, como Aquiles, éramos invencibles aún a sabiendas de que todo ser humano y toda economía tienen su tendón de Aquiles. Hoy nos encontramos en un momento selectivo dentro de nuestros parámetros de negocio.

Las fórmulas para sobrevivir son necesarias. No vale esperar a aguantar que la tempestad pase. Nos tenemos que  mentalizar que la crisis económica ya ha pasado. Esto es lo que hay. A partir de ahora el talento personal, y no la cultura del “pelotazo”, marcarán el rumbo de nuestro país y de nuestro sector. 
Muchos negocios, empresas, se crearon para dar respuesta y servicio a la burbuja económica de antaño. Es lógico y previsible que ahora, cuando ha desaparecido, estén supeditados a ser eliminados. Por duro que parezca la realidad es así. Hay profesionales que acaban trabajando en pura rutina. Estos también están en peligro, y serán substituidos por los que si se preocupan por innovar aunque hayan nacido en la burbuja.
Bajar precios ya no es una solución. Comprar productos baratos y sin servicio tampoco. Despedir personal y quedarse solo trabajando, o  casi solo, tampoco… Sólo quién sea capaz de formarse e innovar, no sólo innovar y formarse después, será capaz de situarse y afianzarse en las nuevas necesidades que la economía global demanda en esta nueva generación. Esfuerzo, sudor y lágrimas serán las premisas necesarias si queremos continuar en primera fila. La comodidad es el peor enemigo de la creatividad. Inventar nuevas estrategias con las mismas clientas. Hacer el mismo trabajo con un escenario totalmente diferente. Medita hasta la saciedad lo más obvio, hasta que te des cuenta de que no lo es. Ser creativo no es algo que tienen unos pocos. Es algo que nace al hacerte persona. Fomentarlo y desarrollarlo sólo depende de cada uno.

Ahora me marcho a dormir, acabo de escribir este artículo. Mañana, o cuándo tenga un momento, lo corregiré y después lo mandaré a la redacción vía e-mail. De aquí a pocas horas tengo un show de corte. Muchos profesionales mañana harán muchos kilómetros para ver mis trabajos y escuchar las nuevas estrategias del mercado bajo mi criterio. Como siempre mi mente estará preparada y vacía de ideas. Hace pocos días regalé todas las que tenía en otro show. Seguro que mañana tendré nuevas y mejores.
Me estoy duchando y al mirar mi cuerpo desnudo no puedo por menos que mirar mi talón de Aquiles y pensar será ésa la solución a los problemas de nuestro sector. Aunque parezca que los peluqueros de este país sean invencibles no lo son…..Bueno, buenas noches…….

    Julián Gijón

    Asesor artístico-creativo de KIN COSMETICS
    http://juliangijon.blogspot.com