martes, 30 de marzo de 2010

El sillón parlanchín

HISTORIAS PARA NO DORMIR DE LA PELUQUERÍA CONTEMPORÁNEA

El sillón parlanchín

Primera parte

Muchos culos se han sentado sobre mi estómago tapizado de color azul. Ciertamente os diré que aunque parece piel, no lo es. Es poli piel, y da el pego. Con un simple trapo con agua me limpian aunque entre los recovecos de los pliegues os confesaré que guardo restos de pelos muy diminutos y partículas de lacas dosificadas de hace mucho tiempo.
Ni contaros de los apuros que paso con el acero inoxidable de mis patas, ya que nunca consigo que me tengan brillantes, y es que ahora no me limpian como antaño. ¡Aquello sí que era limpieza! Me frotaban tanto que hasta gusto me entraba. Pero por suerte o desgracia desaparecieron los aprendices de las peluquerías. ¿Y qué queréis que os diga? Ahora todo el personal de esta peluquería tiene título: champunier, colorista, recepcionista, estilista, y un montón de –istas más, ¡que yo me hago la palanca un lío! Y palabra, que lo veo bien y que incluso he ganado en prestigio. Yo, un sillón.
Aunque no puedo dejar de echar de menos aquellas generaciones de aprendices. ¡Pobres, sin horario ni casi sueldo!, y encima me tenían como una patena de limpio. Ahora los –istas, su principal objetivo del día es acabar a la hora justa, ¡y así cómo voy a estar yo brillante y lustroso!
Pero que torpe soy… llevo diez minutos hablando y aún no me he presentado. Soy el sillón que está en el segundo tocador entrando por la derecha. Os diré con orgullo que soy el preferido de Julián, y uno de los sillones más antiguos de su peluquería, aunque es mejor no hablar de años ya que es algo espinoso y motivo de miles de conversaciones que yo soporto de su diestra boca y nunca ha soltado prenda de los sillones que ha conocido.
Comparto espacio con once sillones más y nuestra convivencia dentro del salón no es fácil, ya que cada uno somos de una tapicería diferente. Eso sí, todos del mismo color, aunque tiempo tendré de presentaros a cada uno de ellos.
Este año pasado gracias a un curso que hice, de esos del fondo de la seguridad social que son gratuitos pero se pagan y nadie hace aunque las empresas de formación intentan llenarlos y nunca lo consiguen, he aprendido a manejar el ordenador y ya sé escribir. Pues ese mismo. Ningún –ista quería ir, así que me mandaron a mí. ¡Vaya subidón¡ se me ponen los pliegues de punta al pensar cuando llegué con mi título bajo el brazo y todos los sillones me miraban con cara de envidia, seguramente sana, no diré que no, pero envidia al fin y al cabo del esfuerzo ajeno.
El caso es que este año os explicare todo lo que pasa por aquí y todo lo que escucho de fuera, como todos los entresijos de los culos que recibo. Ahora os tengo que dejar, son las siete y media de la tarde y los –istas ya se marchan y me apagan las luces. Esta hora, cuando acaba el día, es la más eficiente. No sé si os pasa a vosotros. Es el momento en que no hay retraso en ningún sillón. Todos los trabajos se acaban a la hora prevista.
Además ahora cuando nos quedamos todos los sillones solos empezamos las clases de canto y música. Julián con tal de no pagar el nuevo impuesto revolucionario de los derechos de autor, nos va a poner a todos a cantar. Aunque este tema os lo contare con más detenimiento en el próximo número. Continuará…

Feriantes

Aún recuerdo, hace muchos años, cuando esperábamos con autentica emoción la llegada de estos importantes eventos. Era el momento de las novedades de descubrir nuevos métodos de trabajo tanto técnicos como artísticos. Londres, Nueva York, Madrid, Barcelona, Paris…., eran mis citas preferidas como la de miles de profesionales. Nadie podía, si quería estar al día, perderse estas manifestaciones de moda.
En aquellos días, donde el móvil ni internet eran claves en la configuración de nuestra vida cotidiana, estos acontecimientos eran imprescindibles para el desarrollo de nuestra profesión. Llego el mundo globalizado y la tierra dejo de ser redonda y se convirtió en plana. Unida por cientos de cables invisibles que consiguieron conectarnos unos a los otros. La información y las noticias, desde cualquier parte del mundo, nos llega al instante y en fracciones de segundo. Solo con conectarnos a la red y navegar hacemos la pregunta que queremos saber obteniendo la respuesta a nuestras inquietudes, dudas ó simplemente curiosidad.
Los peluqueros de este país, en los últimos años, nos quejamos de que Las ferias de nuestro sector han bajado considerablemente su calidad. Después del esfuerzo, económico y de tiempo, que conlleva asistir a un evento de esta índole. Nos venden un producto donde nos hacen sentir que será la solución para estar a la última de todos los avances de nuestra profesión como en tiempos pasados.
Y nosotros caballeros andantes, defensores de los rizos y pelos sin dueño, ahí estamos como ejércitos disciplinados, madrugadores, haciendo colas, rellenando formularios ,buscando un lavabo en pasillos interminables, donde próstatas y vejigas ponen su fortaleza a prueba como Jabatos en plena lucha de subsistencia, buscando un café caliente servido en vaso de cartón que sabe a plástico……….Y al acabar el día, con nuestras manos llenas de bolsas abarrotadas de publicidad que nunca leeremos –Nos diremos a nosotros mismos. ´´ Valla tomadura de pelo´´.
Los espacios de peluquería cada vez más escasos dan paso a múltiples lugares de ventas de baratijas y mercadillos ambulantes donde se mezclan, bolsos con muñecos con jabones con velas con calzoncillos con bragas con fajas con extensiones con extensiones y con extensiones…….Nosotros atónitos ante tal espectáculo nos preguntamos.- ¿ y el ganado para cuando?.
Señores feriantes, reinventemos las ferias con un plus de originalidad, maestría y profesionalidad. Donde los nuevos valores de la peluquería tengan un espacio para manifestar su creatividad. Ó a lo mejor, es que este formato ya no tiene razón de existir. Simplemente se ha agotado. Bien por razones sociales ó bien porque queremos estrujar cada día más, a la que fue, la gallina de los huevos de oro.

lunes, 22 de marzo de 2010

El pelo lujoso

 Cocineros que inundan sus platos de estrellas Michelin. Clubs de fútbol que pagan a más de millón de euros por kilo de jugador. Hoteles que inundan espacios de diseño, fantasía o glamur ofreciendo exclusivas y privadas habitaciones convirtiéndolas en auténticas cuevas de Ali B?ba, donde pasar una noche al módico precio de más de mil euros por hora de sueño no parece que importe cuando las apuestas son una cuestión de marca y prestigio.
Barcos maravillosos. Mastodontes que navegan por todos los mares cargados de mercancía humana con decorados y lujos que solo el cargo del saldo final de la tarjeta de crédito es capaz de despertar al sufrido e inocente turista crucerista. Marcas de ropa que tan solo por un escudo o un sello que la identifique como prestigio social de lujo, pagamos por diez su precio ante la prenda que no conlleva ningún título que nos clasifique dentro de una tendencia o tribu urbana.
Pensemos que en todos estos lugares, por mentar algunos de ellos, los cabellos revolotean dejando rastros inequívocos de nuestra presencia, convirtiéndolos en pelos lujosos. Precisamente esos cabellos que sobrevuelan por esos lugares han sido cuidados y realzados en nuestros salones de peluquería. No todos nuestros clientes usan este tipo de servicio aunque en el fondo todos lo tenemos como referente, y el solo hecho de conocerlos y poder hablar de ellos nos sitúa en conocedores de los nuevos referentes de las reglas del juego del consumismo del nuevo siglo XXI.
Si la tendencia vemos que nace de estos alusivos como medida del nuevo consumismo globalizado que inunda nuestra nueva realidad socioeconómica, yo me pregunto: ¿a qué esperamos los peluqueros de autor para inundar nuestros salones de glamur, modernidad, marca y prestigio?
Revolucionemos nuestros espacios de trabajo. Démosles a los consumidores lo que demandan. Llenémosles de ilusión y fantasía. Es el momento de invertir y de sorprender para que nuestras manos, que plasman los trabajos que realizamos cada día, se llenen de un valor añadido. Un plus a nuestra profesionalidad. Un marco que nos acerque cada día al máximo reconocimiento social.
No dejo de seguir, teniendo grandes esperanzas, cuando veo firmas de peluquería tan importantes del panorama internacional como Rizos, José Boix, Felicitas, Gemis, Mikel Luzea, Oscar G., X-Presión,… se ponen a trabajar juntos y hacen nacer el club Fígaro donde dentro de un proyecto muy ambicioso intentan dignificar nuestro oficio tanto a nivel profesional como social.
Gracias por daros cuenta que esto es cuestión de todos y si la peluquería española quiere posicionarse a nivel internacional este es el camino que debemos seguir. Con ello dignificaremos nuestras vidas, equipos y negocios. Y además, fidelizaremos a esas personas que entran diariamente en nuestros espacios de trabajo.
Si para ello tenemos que convertir sus cabellos en glamur, lujo y sobretodo profesionalidad…
… ¡Bienvenido seas pelo lujoso!

lunes, 15 de marzo de 2010

CABELLOS DE CHOCOLATE.......



Cabellos de chocolate......

…, rellenos de vainilla, crema, nata. Cabellos dulces como alas de ángel. Pelos que brotan de los bulbos gelatinosos y profundos de lo más interno de la dermis. Y nosotros: maestros pasteleros, cirujanos sin título. Cortamos, adornamos, coloreamos y cambiamos sus medidas. Transformamos sus volúmenes sin importarnos, en muchas ocasiones, las consecuencias físicas o morales que tal hecho comporta en nuestros sufridos, pero predispuestos, clientes. Ellos acuden a nosotros con la esperanza de encontrar la mejor clínica de rejuvenecimiento donde realizarse un lifting de imagen a un precio de ganga, y que no sea una posibilidad si no una autentica realidad.
Pasteleros, cirujanos, arquitectos, psicólogos, charlatanes, vendedores, sacerdotes,… y un sinfín de niveles sociales los cuales ejercemos sin titulación y sin haber asistido nunca a la universidad o ciclo formativo. Somos peluqueros, estilistas, barberos, esteticistas,… un amplio colectivo de miles de profesionales de los cuales muy pocos tienen una titulación oficial. Vagamos en locales como nómadas en un desierto de asfalto y polución sin una ley que nos regule. Todo en suelo europeo, con normas europeas, con moneda única y en pleno siglo XXI con sus diez años de antigüedad.
Todos nos escandalizamos cuando los medios de comunicación nos informan de los salones con “final feliz” dirigidos por distintos colectivos. Peluqueros, al fin y al cabo. O al menos, eso pone en sus puertas como en las nuestras. Solo diferencia la raza o el color del profesional que atiende. ¿Es mala la pluralidad profesional? Claro que no, por supuesto que no. Lo realmente malo es la política y los políticos que tienen la potestad de las reglas del juego, de las leyes, y no las ejecutan o simplemente pasan del tema.
Vivimos en una sociedad donde los negocios de imagen y cuidado personal campan a sus anchas sin unas normas claras y transparentes, donde montar un negocio de peluquería o estética es tan fácil como comprar el pack de belleza de la señorita Pepis. Si ya nos obligan a pagar todos los impuestos, protección de datos de los clientes y proveedores, reciclaje selectivo de basura, plan de riesgos laborales, medicina preventiva, derechos de autor de la música que escuchamos, etc.… ¿Cuándo se regulará el compromiso profesional de nuestro sector? Un compromiso que dé garantías al consumidor; que dé credibilidad a un local abierto; que detrás de cada puerta haya un profesional responsable que cumpla todos los requisitos sociales; que el intrusismo en nuestro sector sea algo anecdótico, pues éste necesita ser creíble, demostrar su valía y reconocimiento social.


Mientras nuestros políticos deciden si vale la pena tener en cuenta, o no, a nuestro sector, que nos dejen en anarquía total: sin derechos y sin obligaciones. O por lo contrario, que se aprieten los machos y regulen nuestro oficio como en muchos países europeos.
Hasta que todo llegue, si es que llega, los peluqueros de este país seguiremos cortando y embelleciendo CABELLOS DE CHOCOLATE,… rellenos de vainilla, crema, nata. Cabellos dulces como alas de ángel. Pelos que. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

JULIÁN GIJÓN

lunes, 8 de marzo de 2010

Los valores de una sociedad

A estas alturas de mi vida, ya pocas cosas consiguen alterar el orden que tengo establecido en mi manera de vivir. Heredero de unas normas y valores que me transmitieron desde muy pequeño, conducido por una sociedad donde sufrieron una autentica coyuntura socio-económica, agravada por un sistema político, que convirtió a muchas generaciones en auténticos supervivientes.
Hace pocos días, andaba sumergido en mis pensamientos, mientras esperaba el transporte que me conduciría a mi destino. Los largos pasillos y grandes espacios abiertos de nuestros aeropuertos, con las largas esperas de embarque, dan mucho para meditar. Tanto que a veces me sorprendo a mí mismo, riendo, llorando, feliz o enfadado, como un pocas luces, de mis propias reflexiones. Este día, inmerso en lo más profundo de mi raciocinio, me decía a mi mismo que en este viaje no hablaría más de recesiones, caídas de la demanda, ni de porcentajes de las tasas interanuales de nuestro sector. ¡NO!.... Esto no es solo una crisis economica, lo que estamos viviendo es una crisis de valores, que solo un cambio de actitudes por parte de todos los integrantes de nuestra colectividad será capaz de superar.
EL ESFUERZO, COMPROMISO, RESPONSABILIDAD Y CONFIANZA.
Son los 4 pilares básicos que realmente necesitamos para conseguir de nuevo la sociedad del bienestar.
Los años del todo vale. El olvidarnos de calcular el precio de un deseo material, en las horas de trabajo que hemos de invertir. La filosofía de: sí tú puedes, yo también y más. La pérdida de la satisfacción de una faena bien hecha. El dinero fácil… Todo ello nos ha abocado al quebranto de todos esos valores fundamentales. Enseñamos a nuestras nuevas generaciones de jóvenes, a creer, que sin el esfuerzo diario del sacrificio, estudios y mucha constancia, podían trabajar poco y ganar mucho dinero.
Han sido años, donde las ilusiones de muchos profesionales se vieron frustradas. Comprobamos que el crecimiento de nuestros salones, era algo imposible. Encontrar personal o puramente mantenerlo era una misión casi imposible. Formula que inevitablemente desemboco en la frustración de la micro-micro peluquería, creando un sector débil económicamente.
Ahora es el momento de comenzar de nuevo. Construir equipos de trabajo, donde los nuevos valores inunden nuestros proyectos de crecimiento y ser capaces de revolucionar nuestra profesión, al nivel que se merece.
Por ello que nadie utilice esa palabra tan de moda usada por políticos y medios de comunicación, porque el esfuerzo, el compromiso, la responsabilidad y la confianza, son valores que nunca estarán en crisis.

lunes, 1 de marzo de 2010

¿Qué buscas? Éxito o fama

Cada mañana, cientos de miles de litros de agua caen de las alcachofas de las duchas a través de múltiples agujerillos diminutos perfectamente alineados y en diferentes formas y ángulos como ejércitos disciplinados, organizados y con una misión concreta: que el agua, a su paso por ellos, salga con la suficiente presión para que relaje nuestra masa muscular o despierte nuestro cuerpo al impactar con nuestra piel.
Ciento ocho mil peluqueros de este país, repartidos en treinta-i-cinco mil salones de diferentes colores, formas y tamaños, ejercitan, como si de un ritual se tratara, este acto cada mañana. Aunque entre otros tantos, reconozco que siempre alguno se escapará a merced del “chup-chup” en el sobaquillo y en el siempre socorrido bidet.
Todos nos preparamos diariamente para recibir una parte de las ciento setenta y ocho millones de visitas anuales que convertimos en servicios en nuestros salones. Todos abrimos nuestras puertas con la ilusión diaria de llenar, vender, convencer y ser los mejores de nuestro barrio, calle o ciudad. Tener la mejor clientela. Ofrecer los precios de los servicios a un punto que nos dignifique profesionalmente. Para ello, hemos de utilizar todas las estrategias que dispongamos y cuando acabe el día salgamos triunfantes, plenos de éxito o fama entre nuestros clientes.
Creo que muchos confundimos el éxito con la fama a lo largo de nuestra vida. La fama es efímera, superficial e igual que llega, a veces muy rápida, marcha con la misma sutileza al no disponer de los cimientos necesarios para su madurez. En cambio el éxito es algo que te lo ganas con esfuerzo diario, tesón y confianza en ti mismo. Tener éxito en cualquier faceta de tu vida es el portador de la felicidad y el bienestar mental de todo ser humano.
Encontrar el éxito es a veces más sencillo de lo que creemos en estos momentos que vivimos llenos de retos y progresos. Tomar buenas decisiones para afrontar los nuevos desafíos es vital para triunfar a nivel empresarial; confiar en uno mismo; ser audaz en todo momento; ser frio y calculador ante los problemas; ser optimista y siempre mirar hacia adelante; saber delegar y trabajar en equipo; disponer de un espíritu joven y emprendedor. Tener éxito a nivel personal es algo tan sencillo como hacer felices a los que nos rodean, superar cualquier bache, tener un hijo, plantar un árbol,…
Pero, en todo caso, tener éxito es volver a levantarte cuando te caes, es volver a empezar de nuevo, una, dos o tres mil veces si es necesario.