lunes, 22 de febrero de 2010

Los retos del nuevo dia

Levantarse cada día después de despegar los párpados de nuestros globos oculares, cuando el descanso nocturno ha cumplido ya su ejercicio biológico para el buen funcionamiento de nuestro organismo y función mental. Es el primer instante del amanecer donde necesitaremos la primera dosis de motivación para enfrentarnos al reto que nos marcará el nuevo día.
Mirarnos al espejo, desnudar nuestro cuerpo delante de él, realizar nuestras necesidades primarias y siempre placenteras, subirnos a la báscula y comprobar su temido marcaje. Higiene y reposición celular, será el último acto antes de cubrir nuestros cuerpos con los tejidos que habremos elegido para enfrentarnos con seguridad y aplomo a la fauna mediática de nuestras funciones cotidianas. Será el segundo.
Los dos vasos de agua, el zumo, el café, las tostadas o el mini bocadillo serán las primeras calorías que nuestro organismo recibirá. Dirigirnos a nuestro destino, encontrarnos a nuestros compañeros de trabajo y recibir a nuestras primeras clientas más madrugadoras será el tercer acto de motivación que habremos de realizar. Y así un cuarto, un quinto,… Infinidad de ellos que nos marcarán el éxito o el fracaso de nuestros propósitos.
Creo que todos lo tenemos muy claro y muy presente en nuestro quehacer diario. Si no vives motivado constantemente difícilmente lograrás lo máximo de ti. Aunque me pregunto – ¿es suficiente con esa motivación, donde el vértigo de la actualidad urbana inunda todos los minutos que nuestro cerebro se mantiene despierto y nos obliga a dar de nosotros el máximo de nuestra capacidad física e intelectual...? ¿O bien, hemos de dar un paso más allá para ser las personas de éxito que intentamos ser en todas las parcelas de nuestra existencia?
En el cuento Caperucita y el Lobo, apreciamos como el animal, motivado por el hambre, descubre que no tan solo es necesaria esa motivación para comer, ya que su aspecto feo y feroz asustaría y espantaría a cualquier presa que se le acercase. Él recurre a Caperucita, que pasea por el bosque camino a casa de su abuelita. La niña tierna, sensible, chicharrera, frágil pero con ni un pelo de tonta, le ofrece hábiles e imaginativos estímulos que le hacen pensar que aquel bosque son los jardines de Versalles y él es guarda y guía de sus caminos. Él le hace sentir feliz y segura, haciéndose participe de su historia, que en definitiva es la suya.
Ni mucho menos ni nosotros somos lobos feroces ni nuestras clientas tiernas caperucitas. Lo que sí está claro es que si no somos capaces de ofrecer estímulos reales a quien recibimos diariamente, por muy alto grado de motivación que tengamos, difícilmente podremos transmitir todo aquello que queremos compartir.
Ponerlos en práctica y estimular para motivar a nuestros ajenos será el ejercicio prioritario que habremos de conseguir en este mundo globalizado, donde marcar la diferencia de unos a otros depende de pequeños e ínfimos detalles que nos llevaran, sin lugar a dudas, a la meta que cada uno se quería proponer.

lunes, 15 de febrero de 2010

La revolución de nuestra década

¡Qué apasionantes años los de la década de los cincuenta! Pienso cuánto me hubiera gustado participar de aquella movida, donde la música, el cine y la moda marcarían para siempre nuestras generaciones venideras. Eran tiempos de revolución: los pantalones vaqueros se imponían en la juventud; las telas de las faldas empezaban a escasear dejando al descubierto pantorrillas, rodillas y turgentes muslos nunca antes descubiertos a los ojos humanos, si no era en privado o en tenebrosa luz.
La música propiciaba el cambio de una generación: Elvis Presley, Georgia Gibbs, The Quarrymen. El rock empezaba a sonar inundando los oídos con acordes musicales que harían mover los pies a un ritmo nuevo y diferente. Se iniciaba la era espacial con los lanzamientos de los primeros cohetes. Marylin Monroe, Marlon Brando, James Dean,… llenaban las grandes pantallas de los cines. Surgían las primeras tribus urbanas, apareciendo las tendencias “Greaser” y “Preppie” entre los jóvenes de la nueva década. La peluquería, como no, también emprendía su particular revolución. Un joven británico llamado Vidal Sasson abría su primer salón rompiendo las formas tradicionales y descubriendo a una nueva sociedad los nuevos cortes geométricos. También, a finales de la década, nacía un icono de la moda que aún hoy en día sigue siendo uno de los más cuestionados, la cual hace unos pocos meses cumplía cincuenta años: Barbara Millicent Roberts, alias Barbie.
Y así los cincuenta, los sesenta, los setenta, los ochenta, los noventa,… pero la realidad es que nos encontramos en un siglo nuevo acabando de consumir su primera década y nuestras fórmulas de moda se siguen basando en todas aquellas épocas. Si. Sé que la moda es una rueda que va y que viene, “esto es lo que siempre me han dicho”, y así lo aceptamos. Tal vez por conformismo o tal vez por comodidad o tal vez porque se nos ha agotado la imaginación, las ganas de luchar por romper lo establecido. Por sentir el vértigo de lo desconocido e inundarnos de la adrenalina que producen los proyectos nuevos y las ideas que a veces creemos imposibles y que no nos atrevemos a poner en práctica. Creo que al lanzarnos por todas esas montañas rusas, caídas libres, norias gigantes…, unido con el aislamiento social que genera el avance de las nuevas tecnologías, ha mermado la inquietud y la presión hormonal que incitaba a los jóvenes a liberar estímulos y liderar proyectos, que sin duda marcan el progreso de una sociedad viva, enérgica, singular y creativa.
Tiempos nuevos = Fórmulas nuevas. Basémonos en la nueva realidad socio-económica de nuestro mundo globalizado y apliquemos las soluciones reales y acordes a las nuevas necesidades de nuestra sociedad. Definámonos en qué lado estamos profesionalmente: peluquería de autor, marca o low cost, y actuemos en consecuencia. Adaptemos nuestros salones como si de un escenario se tratase. Pensemos que nuestra actuación diaria necesita un buen decorado: la luz, el color, los sonidos,… serán imprescindibles para idear un ambiente donde los sentidos de los figurantes que nos visiten se llenen de magia y fantasía. Ese será el momento clave de ingeniar, crear…. REVOLUCIONAR.
Descubramos que modelo nuevo nos proponen las casas comerciales. Ya no vale ofrecernos el uno más uno, ni viajes inolvidables para mantenernos vivos. Necesitamos ideas nuevas que nos entusiasme, nos transmitan seguridad y apoyo para poder seguir creando y creciendo. Que nadie olvide que vivimos nuevos tiempos y que necesitamos fórmulas nuevas.
La revolución del sector de la peluquería está en las manos de miles de profesionales, jóvenes y no tan jóvenes, gente humilde, trabajadora, pero quijotesca. Entre todos, si nos lo proponemos, podremos escribir juntos un trozo de historia de nuestra próxima década.

lunes, 8 de febrero de 2010

Los agujeros del éxito

Los que si tenemos explorados y sabemos sus funciones a un nivel más que científico son los agujeros de nuestro cuerpo. Ocho en total: redondos, espirales, alargados, exagerados, diminutos, puntiagudos, retraídos,… Todos con una función imprescindible para la supervivencia humana.
No hablaré de todos, no por menos valor, si no por falta de espacio en esta página. Me centraré en los tres agujeros más importantes para nuestros negocios que son, sin lugar a dudas, clave para triunfar tanto a nivel profesional como personal.
Los tres están situados en la cabeza, también llamada coco, melón o cráneo. Dos son fijos, se encuentran en la parte parietal a la altura de la mandíbula y su oficio, a parte de producir cera, es escuchar. Y uno último situado en la parte baja de la cara, flanqueado por dos labios y teniendo multitud de funciones aunque su ministerio más importante es hablar. Nos da un resultado de dos orejas y una boca, lo cual nos proporciona doble capacidad de escuchar que la de hablar.
Una de las frases que nos dejo Hemingway, fue -“Tardé tres años en aprender a hablar y sesenta en aprender a escuchar”. Curiosa paradoja si lo analizamos y lo trasladamos a nuestra vida profesional.
Cuantas veces en nuestro quehacer diario, sumergidos en el vertiginoso compás de trabajo, nos centramos en ese mundo de estrés que casi siempre nos acaba envolviendo nuestro salón.  Todo ello nos lleva a hablar y hablar, sin darnos cuenta muchas veces que las autenticas protagonistas son nuestras clientas, las cuales también hablan e intentan imponer su liderazgo en la conversación o en sus necesidades más inmediatas en ese momento. Aunque es tanta la ligereza y destreza de nuestra boca que las ondas que provocan taponan nuestras vagas orejas que no hacen más que escucharnos a nosotros mismos.
Saber aprender a callar, interesarnos por su historia no por la nuestra, mantener un contacto visual, observar a nuestras clientas, buscar minutos de silencio, hacer sentir a la persona que escuchamos que es importante para nosotros,… Muchas son las formulas con las que, si empezamos a poner en práctica, descubriremos que existe un mundo diferente a nuestro alrededor del cual desconocemos sus necesidades por no ejercitar el oído.
Tengamos la certeza que hoy todas las armas que utilicemos para mejorar nuestra función diaria son imprescindibles para triunfar. Dominar todas las facetas, incluida la psicología de nuestras clientas, pasa sin lugar a dudas por utilizar y potenciar los agujeros del éxito.

lunes, 1 de febrero de 2010

Los Clásicos siempre vivirán

Y los modernos, los excéntricos, los visionarios, lo chic, lo extremo y lo opuesto. Humanos. Al fin y al cabo, que transitan por la vida como cualquier mortal. Comiendo, bebiendo, caminando, amando, odiando. Dejando sus semillas en forma de vida, para que las generaciones se renueven. Recibir la muerte a su debido tiempo es casi placentero cuando los proyectos están casi cubiertos, el cómputo de tú meta personal y profesional son más positivos que negativos. Uno se siente preparado para marchar y aceptar el dictamen de si tú también serás elegido un clásico en la página de tu vida. Conseguir vivir para siempre en la memoria de unos pocos o muchos: con tus obras, ideas, pensamientos y proyectos.

Todo vale.

Hace pocas semanas, cuando observaba y seguía las distintas pasarelas de moda, descubriendo a los nuevos valores de nuestros jóvenes diseñadores y redescubriendo a los ya consagrados, apuntaba notas en mi bloc y pequeños esbozos, que me ayudarían para después interpretar lo que allí estaba aconteciendo. Al finalizar los desfiles del primer día quedé allí sentado. Las luces bajaron su intensidad. Las personas asistentes comenzaron a marchar, quedando prácticamente solo, sentado en la cuarta fila, ante la larga pasarela enmoquetada de color rojo intenso ,con una pequeña elevación del suelo, justo lo necesario para separar lo terrenal de la fantasía y lo sublime. No pude dejar de sentir un punto de nostalgia al recordar, mientras cerraba los ojos, a aquél modisto que fue el primero en ser capaz de exponer su trabajo en los años 80 en el Metropolitan Museum de Nueva York, y nos acercó la alta costura a través del Prêt-à-Porter a todos los mortales.

No sé si fue fruto de mi imaginación o aquello pasó de verdad. Vi que las luces elevaban su intensidad y cientos de personas llenaban aquellos asientos, desnudos hasta hacía unos pequeños instantes. Del fondo de la pasarela y a través de unas blancas y amplias cortinas comenzaron a desfilar exquisitas y perfectas modelos con cortes de cabellos sesenteros; vestidas con esmóquines ya convertidos en clásicos; con trajes pantalón al más estilo andrógeno; blusas que desnudaban esbeltas espaldas; saharianas y shorts creando el perfecto equilibrio entre la comodidad y la fantasía;… La alta costura, al más alto nivel, nos llevó al final del desfile. Y como no, ahí estaba él agradeciendo los aplausos de todos nosotros, rodeado de sus creaciones, joven y frágil como él siempre fue y acompañado de la mano, como si de un príncipe se tratara, de Coco Chanel y Christian Dior.

YVES SAINT LAURENT, marchaste hace unos meses. Seguro que feliz, satisfecho de una faena impecable. Sabiendo, información que sólo tienen unos pocos elegidos, que tú ya eras un clásico que vivirá para siempre en la memoria de todos. Los que seguimos tus trabajos nos inspiraste, y nos seguirás inspirando con tú legado. Hasta los que te desconocen, visten y crean, sin saber que tú eres el creador de la indumentaria de la mujer contemporánea. El rey de la moda.

¡Quién de nosotros, aunque embriagados de afán de modernidad, no ha soñado alguna vez que su obra, su trabajo al final, se convierta en un reconocido clásico! Nuestra labor, esculpir, crear, diseñar, todos esos cortes de cabello fundidos con imaginativas combinaciones de color. Las creaciones de volúmenes, ángulos y asimetrías puestas allí donde la necesidad de la cabeza y el cuerpo necesita. Creando mujeres atractivas, agresivas, angelicales, vulgares, bellas,…
Son esculturas que por el milagro de la vida desaparecen con el tiempo y se deben reconstruir de nuevo.

Empecemos a hacer nuestro propio legado. A dejar constancia de todos nuestros trabajos. La fotografía es nuestra mejor aliada. Sepamos ver nuestra propia evolución profesional. Ser críticos con nosotros mismos. Mejorar cada día con argumentos sólidos y factibles. Compartamos nuestras imágenes con nuestros colegas y amigos. Difundamos nuestras ideas en la red, en revistas de nuestro sector y sobre todo en nuestros salones.

Que nuestro trabajo nos motive diariamente será imprescindible para nuestra salud profesional y personal.

¡Y porque no!...soñar que alguna vez, también nos podremos convertir en un clásico y vivir en el recuerdo de alguien para siempre. Como aquel joven que llegó a Paris y consiguió democratizar la moda. Revolucionó la estética femenina en su forma y pensamiento. Leyenda y mito, que fue capaz de dar poder a la mujer.



Y S L, bienvenido a la vida eterna.