martes, 5 de abril de 2011

LA PASTILLA AMARILLA

  Decía Séneca:
                «No nos atrevemos porque las cosas sean difíciles, sino que son difíciles porque no nos atrevemos.»
                Como en un sueño, vago por mis pensamientos analizando el último lanzamiento que sacará en breve una conocida, prestigiosa y venerada casa comercial al mercado de la peluquería: «La pastilla amarilla».  Aunque por su tamaño o aspecto suave y deslizante parezca un supositorio, no lo es. Se suministra vía oral a través de una espiral que con el calentamiento de nuestra mano sale disparada hacia la tráquea. En milésimas de segundo, y con el contacto de la mucosa estomacal, explota convirtiéndose en millones de partículas y así llegando, sin exclusión, a todos los rincones del cerebro a través de los conductos internos.
                La gran noticia y novedad es que la ingeniosa pastilla no es para el cliente final de nuestros salones, sino para todos los que trabajamos en el mundo de la peluquería. Corren tiempos difíciles para nuestra profesión y las casas comerciales no tienen más remedio que agudizar su ingenio para seguir controlando la economía de nuestros salones, cuenta vital para su propia supervivencia. Un fármaco capaz de conseguir mantener sus fórmulas del pasado, que tan bien les ha funcionado, y erradicar cualquier pensamiento revolucionario que haga salir al peluquero de su estado hipnótico y cómodo que caracteriza un sector cada día más precario.


                Desde hace muchos… muchos…. años las grandes empresas de cosmética, que hábilmente consiguieron crear marca, nos condenaron a la gran frustración de hacernos creer que sin su apoyo visible en nuestros salones, no seriamos nada. Lo creímos y eso nos impidió tener la suficiente valentía para potenciar, actuar, crear y desarrollar nuestra propia marca y hacerla sinónimo de calidad.
                Tengo ganas de que llegue a mis manos. Creo que me la tomaré. No quiero seguir viviendo en la impotencia de ver una realidad que no me hace feliz. Ver como múltiples salones de todo el territorio nacional exhiben más en sus aparadores las marcas comerciales que las suyas propias. Ver como muchos profesionales se escudan en unos productos para argumentar que sus manos tienen calidad, aunque después los rellenan en la rebotica del que verdaderamente les convence o les es rentable. Ver como llenan los espacios de trabajo de expositores y productos, siempre colocados en los mejores sitios, sin recibir nada a cambio. De hacer un juego a unas multinacionales que nos hacen creer su verdad, no la nuestra.
                Sé que la pastilla es grande y que me costará tragármela. Y encima es amarilla, un color que no conjuga con mi campanilla de color carne rosado. Pero, ¿qué hacer en este momento de falta de autoestima? Sí. Creo que una solución es volver al origen y descubrir lo maravilloso que es estar vivo, y sí nos damos cuenta y analizamos que nos hemos equivocado, pues nada, ¡a volver a intentarlo! A lo mejor hasta tenemos solución………..
                Decía un viejo indio:
«Dentro de mí viven dos lobos. Uno me lame la mano. El otro trata de morderme el cuello. ¿Quién ganará? Aquél que yo alimente.»


                JULIÁN GIJÓN
                Asesor artístico-creativo de KinCosmetics

1 comentario:

  1. El dicho del viejo indio, es brutal!! Pero yo lo cambiaría por un "zorro"!!! Un abrazo crack!!

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