martes, 5 de junio de 2012

SIMPLEMENTE VULGAR

Documento sin título
SIMPLEMENTE VULGAR
      
            Medito tumbado en el sofá de casa. Estoy solo y el silencio es casi absoluto, a excepción del leve sonido de un reloj colgado en un extremo del salón, en una pared blanca y desnuda. Mi mente, relajada y en un estado parecido a la hipnosis, transforma mis pensamientos en imágenes casi reales. Veo mis últimos trabajos, anécdotas de viajes, frases y conversaciones que he tenido muy recientemente. Al mismo tiempo mezclo proyectos futuros, proposiciones de trabajo de última hora, promesas de un presente que parece casi inmediato. Aunque mi cuerpo se mantiene en posición horizontal, mi mente sigue a un ritmo vertiginoso.
            Paro por un momento y me percato de que algo no funciona bien. Me doy cuenta de la cantidad de profesionales de nuestro sector que perseguimos el éxito, el reconocimiento social y el bienestar económico por encima de nuestras necesidades básicas. El orgullo de poder ser los mejores. Luchamos todos los días por un objetivo que nos haga sentir que somos poderosos en algo. Y, en muchas ocasiones, sin importarnos a quién pisamos o a quién podemos destruir. La ambición supera nuestra existencia.
            Finalmente, unos pocos consiguen el éxito, a veces momentáneo, a veces sostenido en el tiempo. Aunque al fin y al acabo solo éxito. Y me pregunto: ¿qué es el éxito?... Nada. Absolutamente nada. Es algo tan efímero que, después de la embriagadez del ego de los primeros instantes, solo queda la sobremesa con la más miserable soledad al comprobar cómo y con cuánto esfuerzo te ha costado conseguirlo. El éxito es vulgar pues, frecuentemente, para conseguirlo necesitamos ser infieles a nuestras propias ideas y verdaderas razones para creer en él. Falseamos conceptos. Falsificamos nuestro yo personal por encima de la realidad cotidiana de nuestro trabajo y de nuestras propias convicciones.
            Acostumbramos a crear ilusiones a los que nos rodean con promesas de trabajo, de prosperidad, para conseguir nuestros objetivos. Muchos tratan de anular a profesionales con calidad, que con su constante trabajo y honestidad profesional sobresalen de la media mediocre que nos rodea, eso sí: antes intentan sustraer toda su jugo creativo para poder utilizarlo en su bien propio y hacer suyas sus ideas y pensamientos. Son los nuevos caníbales del siglo XXI. Te utilizan mientras eres útil a sus objetivos. Más tarde, si les puedes hacer sombra o simplemente pueden prescindir de ti para no compartir el éxito, dinero o prestigio profesional, te abandonan en la cuneta de la invisibilidad.
            Tengo miedo. Me dicen que soy una persona con éxito. Quizás me haya convertido en un "vulgar" y me doy pavor de mí mismo. Solo pensar en parecerme a esos profesionales que consiguen el éxito de esa forma, se estremecen todas mis entrañas. Yo quiero ser “normal”, quiero seguir pensando en la unificación de mi profesión, en compartir, en dar y en recibir.
            Sencillamente ser honesto, alcanzar la felicidad interior y pensar, al final de mis días, que ha merecido la pena este paseo terrenal.

            Julián Gijón

TIC TAC TIC TAC...

Documento sin título
TIC TAC TIC TAC...
            Como la precisión de un reloj suizo. Como un puño cerrado con energía. Como un fino vidrio envolviendo el aire de una copa. Así sería el corazón incorrupto descubierto hace poco tiempo y por casualidad en las cercanías de unas excavaciones arqueológicas. Según las primeras conclusiones científicas, se especula que es del siglo pasado y que, por su estructura, color, tamaño y la pista que deja con un cabello clavado en la parte posterior derecha del mismo, puede tratarse del corazón de un/a peluquero/a. El sector de la peluquería ha acogido la noticia con cautela y con grandes dosis de esperanza, ya que podría confirmarse la posibilidad futura de un santo-peluquero, para así poder solucionar todos los problemas de nuestro sector.
            A lo largo de mi vida, en mis artículos y charlas, siempre he defendido que nuestro sector es todo corazón, que nos movemos por él y que tal vez por eso no estamos ni social ni económicamente donde creo que se merece nuestro esfuerzo, servicio a la sociedad y creatividad. Aun así, la vida nunca deja de sorprenderte. Hace poco llegó a mis manos un informe de una investigadora francesa afincada en Canadá, Annie Marquier, que afirma que el corazón tiene cerebro.
            Cuarenta mil neuronas conectadas a una compleja red de neurotransmisores, proteínas y células hacen posible que se pueda independizar del cerebro. Este órgano vital, además, puede aprender, recordar y percibir. La noticia me dejó atónito. Derrumbó mi tesis sobre que “pensamos más con el corazón que con la cabeza”. Pues no. Ahora veo que el problema está en nuestra cabeza y que no seguimos el instinto e inteligencia de nuestro corazón.
            Solo debemos activarlo mediante emociones positivas para vivir una percepción exacta de la realidad en un estado de conciencia inteligente. A diferencia del cerebro, éste no usa la memoria pasada, cuestión que muchas veces nos arrastra al miedo, al deseo y el ansia de dominio, emociones que han servido para que el ser humano sobreviviera desde que la vida es vida.
            Liberemos a nuestro corazón de la opresión recibida por nuestro cerebro. Dejemos que nos guíe de ahora en adelante. Despojémonos de tabús y recuerdos pasados. Cultivemos las grandes cualidades del ser humano: coraje, generosidad, humildad, valentía, sociabilidad, jovialidad, responsabilidad, optimismo, romanticismo, compasión, honradez, fortaleza, liderazgo, paciencia, perspicacia, comedimiento, bondad, autenticidad, justicia, amistad, sabiduría, consideración, cooperación,... Y mil más que, con toda seguridad, son más numerosos que la lista correspondiente de antónimos. Solo debemos buscar en nuestro interior.
            Gracias Annie por desvelarme de dónde nacía la fuente de inspiración de mi vida. Ahora me doy cuenta que llevo años pensando y actuando con mi corazón. Aprendí a confiar en mis intuiciones; a saber que lo emocional esta dentro de mí; a cultivar el silencio; a saber estar solo conmigo mismo; a trabajar compartiendo y en equipo; a vivir con mucha sencillez; a dar sin esperar nada a cambio.
            Gracias corazón. Ahora sé a quién preguntar cuando no sepa qué hacer. Gracias por hacerme tan feliz.
            Julián Gijón